A Vicente Pastilla por enseñarme lo que es la Albufera de Valencia.
A Susana Pechuán, Paloma Pardo y Brendan Thomson por ser un apoyo incondicional y un refugio en los malos momentos, mi vida es mucho mejor por contar con vuestra compañía y vuestro cariño desmedido. A Ana Pardo, el Nano Jordana, a los «buhardilla» y todos mis íntimos amigos por acompañarme siempre en todo y hacerme sentir siempre tan bien.
A Olguita, Jose Luis y Teresa por ser mi familia cubana y a Rafael, Lesnay y Yolanda por acompañarme durante todo el tiempo que viví en La Habana.
A Sergio Fernández Navarrete, por compartir con nosotros todo estos últimos años, por ser el alma de El Tancat de l’Albufera y por siempre tener una sonrisa y una palabra de ánimo para todos nosotros. Sin tí no habríamos llegado nunca hasta aquí.
Pero de una forma muy especial quiero agradecerles su ayuda a todas las personas que han aparecido en mis fotografías en todos estos años en Ruanda, India, Cuba, Tibet, Etiopía y otros muchos países.
A Sagrario Larralde, Carmen Olza y al resto de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana con las que estuve viviendo en la Misión de Kivumu en Giseny, en la frontera entre Ruanda y el Congo, fue sin duda alguna la experiencia más maravillosa de mi vida.
A la gente del Sudoku en Cuba, a la de las colinas de Ruanda y en los campos de refugiados del Congo, a los pescadores de la Albufera y a la gente que vive en La Habana en la cuadra de la calle Lealtad, entre Reina y Zanja, a todos ellos gracias por enseñarme su mundo.
A Vicente Vicent, Julio Larramendi, Liborio Noval, Roberto Salas, a la CAM y todas las entidades que me ayudaron a publicar el libro de «Memorias de la Albufera».